Escribir sin escribir es un estado. Para lograrlo hay pautas que se han estado utilizando por siglos. Es tu yo libre al escribir. Implica abrazar al escritor que quieres ser porque acoges a los lectores. Para lograrlo hay pautas que se han estado utilizando por siglos. La mejor escritura es aquella en la que no se nota ni el esfuerzo del escritor, todo fluye, cada pieza del lego encaja en un todo. Esto sucede cuando los lectores se quedan completamente atrapados a las páginas. Ya no es lectura, son vivencias. Es una experiencia. Es leer sin leer. Algo similar ocurre con la escritura. Escribir sin escribir.
Voy a tocar este tema desde las siguientes perspectivas:
Escribir sin escribir del lector al escritor
La mejor historia para un lector es la que siente y eso es lo que le permite instalarse en otros mundos, a veces distantes por siglos. Se ríe con las gracias, llora con el dolor del protagonista, tiene un subidón de adrenalina cuando el personaje principal gana una partida, se angustia cuando sabe que va a perder pero ese personaje no lo sabe, se sorprende con una situación que no esperaba. Escribir novela es emocionar.
Para el autor siempre hay más trabajo, claro, pero la sensación que deja un texto redondo cuando dominas la técnica y sabes que tus lectores sentirán algo especial porque así lo has preparado, siempre prevalece si te escuchas. Sabes que vas a meter a los lectores entre la espada y la pared, que el alivio que sentirán es momentáneo porque luego tienes preparado algo mayor, que los llevarás hacia una verdad que lo ilumina todo. Lo sabes porque sobre todo y ante todo te diviertes al escribir. Estás jugando no solo con tu inventiva sino con las formas en que puedes lograr que los lectores sientan esto o aquello, es decir, la técnica. No importa ni el género ni si es narrativa o literatura. Entretienes y das sentido, entretienes porque das sentido a la forma de desarrollar la historia. Y todo eso lo haces con técnica y lenguaje, no hay más.
Todo parte desde los lectores y llega hasta ellos. Escribir sin escribir es un estado trascendente y no final. Es el comienzo de la mejor escritura y es el final del entretenimiento de un lector. Parto de la base que toda literatura implica entretener. Puedes hacerlo más superficialmente o menos, más intelectualmente o menos. Desde luego lo peor que puede suceder es que un libro aburra.
Los lectores no son conscientes de que van a casa de la abuelita. Allí les espera un mago que puede transformarse en lobo, príncipe, damisela, bruja, hada o dragón. Leerán cosas útiles, pero también cosas ridículas que les darán mucha satisfacción. Esto será así porque todo tiene sentido. Y al acabar ese libro la vida parece mejor. También será así para el escritor. El proceso de escritura es una larga historia con dos orillas.
Escribir sin escribir desde dos orillas de la escritura
Ahora nos ponemos de pie en una de esas dos orillas. Una es para el texto y otras es para ti. Solo fluye cuando estás en medio del río.
Tu orilla. Todo empieza ese día que quieres escribir. Puede que ya lo estés haciendo. Tal vez ya has escrito algo y te has detenido. Escribir es un reto. Hay una sensación que es básica y que depende de que en el fondo sabes que podrías hacerlo. Es una suerte de fe ciega. Escribir es caminar por la incertidumbre. No hay mapas, no hay recetas. Hay un potencial. Hay fe. Porque un escritor sabe que encontrará soluciones con su imaginación ante cada reto de la incertidumbre. Y si quiere escribir bien de verdad, estará atento a crear grandes trucos de magia narrativa.
Pero puede que sientas la maldita vergüenza interna que paraliza y te hace autosabotaje.
Sientes que haces el ridículo. O te sientes un impostor. O peor: tienes demasiado orgullo para rebajarte a aceptar los errores del camino. Eso es mediocridad, no te la permitas. Si para ti es más importante que tu texto esté bien que el hecho de escribir para que comunique y emocione, entonces vigílate mucho porque estás cayendo en una trampa que ni eres capaz de ver. Ayúdate a hacerlo mejor, no a tener razón y que lo que escribas esté bien. Ayúdate a superarte, lo cual solo logras con buenos retos.
Puede que creas que otros autores tienen más talento que tú, más suerte, mejores condiciones económicas, mejores contactos, más tiempo, más conocimiento, más libertad, más facilidad y más de lo que sea etc. Y mientras se te ocurren estas trampas, no se te ocurre pensar que estás fallando el tiro. O puede que sospeches un poco de tus verdades, incluso. O no. Miras otros libros y crees que solo los incapaces pueden publicar. O que está reservado a determinados privilegiados. Eso no es lo peor. El problema es que además de no acabar tu novela sientes que no es justo. Todas y cada una de esas ideas hacen parte de tu autosabotaje. Esa es tu batalla particular. Pero esto tiene un final feliz. Créeme.
La orilla del texto. Escribir sin escribir se confunde con volcarlo todo páginas tras página. Quieres escribir de manera espontánea. Y sin necesidad de detenerte a observar que los grandes autores lo hacen con premeditación. Aunque el efecto sea el de parecer espontáneos, ningún autor lo es. Saben lo que están haciendo. Responden a un plan, una estrategia y con técnica. Son magos con buenos trucos bien trabajados. Es una espontaneidad fabricada por un ilusionista.
Un día puede pasar algo que lo cambia todo. Un día te haces las preguntas que necesitas para escribir. Por ejemplo:
¿Por qué alguien querría leer lo que escribo?
¿Cómo puedo contar historias que enamoren a lectores que no conozco de nada?
¿Cómo puedo emocionar a mis lectores?
Las dos orillas del lector y el texto se unen. Comienzas a escribir de otra manera. Y, sobre todo, empiezas a cuidar la técnica, a moldearla para tu beneficio y el de tus lectores. Domesticas la técnica narrativa hasta convertirla en tu arte. Te permites tu voz. Dejas de esperar con ansia la aprobación de los curiosos. Ya no te preguntas si alguien se dará cuenta del valor de tu escritura. Te ocupas tú de que suceda. Y te diviertes. Te diviertes escribiendo, eligiendo, manejando las palabras, emocionando, haciendo trucos de magia.
Escribir sin escribir es un estado. Es tu yo libre. Miras el mundo. Mientras miras, miras el mundo. Miras su mundo. Miras tu mundo. Miras el mundo. Miras el deseo. El mundo es lo que ves. Los lectores te ven mirar el mundo. Los lectores te sienten mirar el mundo. Los lectores te sienten. Sienten el mundo. Sienten. Serán como tú y tú serás ellos. Ellos serán. Tú serás. Juntos nos tomamos y tomamos nuestros sueños.
Escribir sin escribir desde la orilla narrativa
Ahora veámoslo desde la técnica. Nos colocamos en la otra orilla.
¿Cómo puedes llegar a respirar todo el oxígeno que necesitas?
¿Cómo puedes llegar a ser el mago que te gustaría ser?
Escribir tiene tres fases. Muchos autores noveles se quedan en la primera. Y se pierden lo mejor de la fiesta. La realidad es que te diviertes en las tres fases de la creación: las ideas, las formas y la orfebrería.
La primera fase consiste en pura creación. Estás en el mundo de las ideas. Se te ocurre esto y aquello, te diviertes pensando en posibilidades. Estás creando la imagen de lo que será tu truco de magia: harás aparecer un conejito y lo convertirás en un ramo de flores o puede que te hayas dicho que harás que todo un edificio se esfume o que los espectadores floten en el aire, que aparezca un dragón. Todo son posibilidades. Todos son ideas efervescentes. Puedes sentir las burbujas que te cosquillean bajo la piel. Tomas notas y lo vuelcas todo página tras página. Nada te pesa, es pura diversión. Y de repente acabas, en el mejor de los casos. Muchos escritores noveles no finalizan y se atascan. Se bloquean, se aburren, se cansan o se pasan años interminables con lo mismo. Dejan los textos en una versión previa o muy previa al borrador final.
La cuestión fundamental es que muchos no avanzan. No avanzar es no escribir. Puede suceder en la primera página o en la 283. Generalmente pasa antes o hacia la página 150, más o menos, por lo que tengo visto. Y hay un porcentaje que acaba pero no es capaz de perfilar su borrador en una versión definitiva. Es el momento en que muchos se dicen que jamás escribirán y un largo etc.
Bueno, todo eso tiene solución.
Empieza la segunda fase. Esta segunda fase requiere una mayor implicación y garantiza una diversión aún más completa. Las burbujas se multiplican, puedes habitarlas y alcanzar otros espacios dentro de ellas, pero el oxígeno no es el mismo y te puede faltar. Necesitas aprender a respirar de otra manera. Algunos autores muy noveles creen que pierden libertad cuando en realidad no son capaces de comprometerse con su amor por el proceso de escritura con la fe ciega que solo puede dar el proceso de escritura.
Y es aquí donde es necesaria una buena guía. Pueden explicarte cómo respirar, pero sin la práctica acompañada, se te hará más complicado, bastante más complicado.
Puedes tirarte al mar y flotar, puedes nadar un poco o puedes ser un pez. ¿Qué elegirías? Te lo pregunto porque en esta segunda fase la técnica te permite ser pez. Sí, tal cual. Mientras tanto, no por nada, tienes muchas, muchísimas pistas prácticas en mi blog. Aprovéchalas. Si eres de las personas que nunca hacen clic en el enlace, bueno, te estás perdiendo poder tener un poco de oxígeno para sobrevivir en la fase 2. Clica aquí para empezar. O por aquí.
Para vivir y seguir escribiendo hace falta un poco más de oxígeno, obviamente. Oye, por algo se empieza si quieres ser pez. Y a muchos la técnica da pereza, lo sé. Pero el nivel de diversión es mucho mayor al de la fase 1. ¡Mucho más expansivo!
En esta fase 2 pasas de alguien con algunas buenas ideas de magia a ser mago. Y sí, hay que practicar. La humildad es un factor importante para dejarse cometer errores y acometer hallazgos importantes. En esta fase eliges mucho y lo haces divirtiéndote como nunca lo has hecho en tu vida. Ya eres mago y tú mismo te transformas a tu antojo en pez, príncipe, bruja, hada, gato.
Alcanzamos la tercera fase. ¿Preparado para otros mundos aún más amplios? Conlleva una diversión más sensible, profunda y de mayor alcance. Es más compleja, se te estremece el alma. Tocas el universo con tus manos. En esta tercera fase desarrollas los flecos e hilos sueltos que te pueden haber quedado tanto en la trama como en el lenguaje. Afinas la expresión. Eres un pez que va aprendiendo de las corrientes y todos los océanos. Miras hacia la magia porque bailas con el Misterio.
A partir de la tercera fase, el mundo empieza a ser más tuyo porque te perteneces y dialogas con tus lectores. Te dejas crear, equivocarte y descubrir. Cada paso es una aventura. ¡Escribir lo es! Sabes dónde quieres llegar, pero la manera en que lo haces depende de cada paso y cada hallazgo, cada tropiezo maravilloso que puede conducirte a rumbos que ni tan siquiera habías imaginado. Tocas el universo con tus manos. Escribes sin escribir. Estás en una burbuja en alguna galaxia que has creado tú. Eres un pez libre. Eres mago y creas mundos. Te entregas con amor a la escritura.
Escribir sin escribir sin más
Escribir sin escribir es un estado. Es tu yo libre. Miras el mundo. Mientras miras, miras el mundo. Juntos nos tomamos y tomamos nuestros sueños. Abrazas a los lectores. Nada tiene que ver con nichos, tiene que ver con la entrega de una historia. Un buen escritor no escribe solo para sí mismo. Escribe para alguien, para abrazarle.
Como siempre tus entradas en blog son el maná para un escritor.