Narrar y escribir. La diferencia es crucial y determina tu identidad como escritor, tu carrera y tus decisiones. No son exactamente lo mismo y mucho menos cuando nos referimos a libros. Estas son cuestiones que interesan especialmente a escritores.
Escribir y narrar: dimensiones
Si comparamos narrar y escribir en una analogía, podría decirse que narrar es como construir una nave espacial en el estilo de Guerra de las galaxias y escribir sería hacer un avión de papel aquí y ahora. Imagínate la reacción de Darth Vader si lo señalas y le llamas "soldadito". A Narrar le pasaría lo mismo si la llamaran Escribir. A nadie le gusta que le cambien el nombre. Narrar hace magia, escribir lo anota. Narrar y escribir no son hermanos; quizás, primos.
Escribir implica componer un libro. Componer es unir partes, ordenarlas, ajustarlas y concordarlas. Narrar es muy específico y se vincula a hechos ficticios, pura literatura. Cuando narramos, referimos hechos inventados. El lenguaje tiende a la economía y por eso usamos tan ricamente "escribir" para todo. "Escritor" puede sonarnos mejor que "narrador". Un día hubo alguien que eligió escribir sobre narrar y ya todo fue coser y cantar. Y fue así como escribir y narrar se convirtieron en una amalgama.
Escribir y narrar: identidades
Imaginemos a Escribir como personaje y descifremos su identidad. Escribir es un poco suelto y no le gusta esperar, tampoco le apasiona programar. Escribir tiene un espíritu inmediato. Quiere escribir y lo hace, tiene una idea y la escribe. Escribir abre una frasco de garbanzos cocidos y se lo come de un tirón, a lo mejor le poner aceite, sal, poca cosa más. A escribir le da lo mismo transcribir que apuntar, anotar que copiar. Le gusta expresarse desde sus ocurrencias, puede concebir planes pero luego también se detiene a aclararlos si hace falta porque nació garabateando, creció emborronando y acabó por corregir, tachar y acentuar. No le compliques la vida a Escribir.
También podemos imaginar a Narrar. Es muy sofisticada y le encanta detenerse a esperar, también se deleita en reflexionar. Narrar tiene un espíritu trascendente. Quiere superarse y lo hace, tiene una idea y la articula con otras en una constelación estelar. Narrar piensa en un plato, saborea sus variantes, le agrega algo nunca visto, lo cocina muy despacio. Pero sobre todo, antes ha logrado que los comensales exploten de placer sin ni siquiera olerlo. A Narrar no le gusta que se confunda contar con relatar. Puede hablar durante horas para expresar sus emociones. No le gustan las ideas, aunque las agradece, prefiere rememorar para novelar. Por encima de todas las cosas imagina, fantasea, inventa y representa la vida hasta que parece tan o más verdad que la misma realidad. Para Narrar no hay límites, le encantan las complicaciones.
Escribir y narrar: sus juegos
Narrar juega con todo y todos. Prueba, vuelve a probar, se ilusiona al ensayar sus planes y juega con los errores. Narrar juega con los lectores, quiere emocionarlos y atraparlos. Para Narrar, las ideas son lo de menos. No es el qué, es el cómo. La idea es etérea, Narrar les da forma y decide cómo presentarla, desarrollarla, envolverla y cerrarla. Si quieres jugar con Narrar, necesitas conocer sus recursos, manejarlos y dominarlos, domesticarlos y amarlos. Es trabajo, entrega y persistencia. Narrar escribe, pero Escribir no narra.
Escribir y Narrar pueden jugar juntos, pero lo hacen de diferente manera. Escribir puede enfadarse mucho si Narrar no le deja usar sus juguetes. Narrar inventa los juegos.
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Narrar: sus elementos más básicos
Narrar una historia puede parecer tan sencillo como un acto de magia. Todos somos hacedores y en ello reside nuestro poder: hacer que las cosas pasen, existan y se muevan en lugar de que nos pasen y tengamos que sobrevivir sin apenas rechistar. Todos creamos. El escritor toma armas en el asunto y alza sus dedos y su pluma para dar sentido y forma a sus ideas. En efecto, el artista lo hace desde la conciencia, toma técnicas, las fusiona con su ser y con el efecto que quiere lograr en otros para que sientan algo. No es una cuestión de ideas, es dar forma a las ideas eligiendo qué forma se le quiere dar y qué efecto queremos conseguir. El escritor practica la atención a los detalles, sabe que un efecto puede tener determinadas consecuencias, aprende a seducir a los lectores con el paso a paso de su historia y con cada palabra. Y como narrador usa la escritura para el placer de los lectores.
La novela se piensa mucho, hay que tomar muchas decisiones en cada una de sus partes: los arcos dramáticos de los personajes, las partes de su evolución, las tres partes de los diálogos, las cuatro partes de cada escena, las tres partes de los capítulos, las cuatro partes del desarrollo con sus siete bisagras, cada uno de los cuatro ingredientes de la primera página o las cinco partes del final o el peso de los dieciséis elementos del comienzo o los veintitrés del final, las veinticinco maneras de colocar incisos en los diálogos, las dieciocho formas de mostrar en lugar de contar, etc. y etc.. La lista es muy extensa, solo te menciono algunos aspectos necesarios para narrar:
precisar el lenguaje
usar el lenguaje para emocionar
mostrar para que los lectores vivan la historia
decidir sobre el comienzo con dieciséis elementos
determinar el desarrollo con once elementos
cerrar el final con veintitrés elementos
determinar el rumbo de la historia con dos elementos
perfilar el marco de la historia, con otros dos elementos
trazar la coherencia de la historia, con al menos 20 elementos
frases de gancho inicial y final
transiciones
encuadrar las cuatro partes de la escena
prescribir veinticinco elementos de la escena
contestar a las cinco claves de la escena
inducir seis arcos dramáticos
originar personajes que facilitan la identificación
facilitar el narrador
usar seis formas de mostrar
equilibrar las emociones
establecer las tres partes de una diálogo
dominar cinco tipos de incisos
disponer la intriga en dos modalidades
La magia de narrar
La verdad que se muestra en una novela no se construye de una tirón de orejas. En la novela todo es posible, nada es casual. Narrar una historia puede parecer tan sencillo como un acto de magia. Cuando un lector lee solo ve una paloma que alza el vuelo de la chistera. No todo el mundo puede o quiere ser mago. Ni tienen porqué serlo tampoco. Pero si quieres ser escritor y narrar, sabes que lo que de verdad cuenta es cómo se narra, no lo que se narra. Y esa es la impronta. Los hechos, los giros son lo que tiene menos incidencia en una novela si lo comparamos con los demás aspectos narrativos. Escribir implica ser consciente de recursos y saber usarlos, conjugarlos, mezclarlos y desarrollarlos. Eso es hacer magia.
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