Vergüenza y escritura pueden ser enemigos o aliados en tu proceso creativo. Redescubrir tu voz, nombrar tu derecho a escribir, desbloquear tu creatividad, vencer la vergüenza tóxica, amar tu escritura por encima de todo y emprender tu viaje literario es perfectamente viable. En el siglo XXI ya contamos con suficientes herramientas para lograrlo. La vergüenza a menudo se esconde en las sombras, oscurece los sueños de muchos aspirantes a autores noveles. Si te sientes incómodo mostrando tus textos o te encuentras en una constante lucha contra la autocrítica, es posible que la vergüenza tóxica sea una compañera persistente en tu viaje creativo. Es una de las más destructivas. La vergüenza tóxica y el derecho a escribir se anulan. ¿Por qué llegamos a permitirla y dejar que nos paralice en nuestro camino de expresión y autenticidad?
Lo primero es informarse, conocer a este enemigo tan poderoso para luego establecer alternativas y liberarnos de sus cadenas. Abrazar tu derecho básico a escribir y crecer como autor no es un sueño inalcanzable ni doloroso. Descubre cómo la humildad, la autocontemplación y la aceptación de nuestras limitaciones pueden ser las llaves para desbloquear la creatividad y el proceso de escritura. Empecemos por el índice y luego pasemos a nuestras consideraciones sobre la vergüenza tóxica, que es la que bloquea en diferentes sentidos el derecho a escribir para acabar con uno de tantos ejercicios concretos que puedes hacer.
El derecho a escribir y la vergüenza en tu viaje literario
Desde que trabajo con autores noveles me he encontrado con la vergüenza de quien teme mostrar su texto y se relaciona muy negativamente con los errores. Ya en Twitter muchas personas me han comentado que les da vergüenza cualquier cosa que escriben. Otros ni tan siquiera se atreven a escribir. La vergüenza tóxica anula tu derecho a escribir. Muchos se esconden o desaparecen. Otros tantos mienten mucho para protegerse, no acaban de ponerse a escribir, siempre tienen alguna excusa como un manto protector. O nunca tienen tiempo para hacer lo que más les gusta. Todo con tal de no mostrarse como escritor. Nada de esto es consciente, obviamente. También sucede todo lo contrario, la vergüenza es tal que entablan un combate a vida o muerte contra quien sugiera cualquier camino diferente de escritura. Algunos pelean como soldados en una guerra contra el editor de turno. Otros incluso empiezan a escribir y entonces exigen mucho al resto del mundo, no acaban de ser capaces de asumir su responsabilidad con su escritura, suelen tener un escudo de hiperexigencia que es una trampa más. Abandonan editings, no acaban de ponerse a escribir, no entregan tareas en un curso de escritura, la culpa es un gigante interno o externo. Los ejemplos son múltiples y dependen de cada caso. La vergüenza tóxica y el derecho a escribir se rechazan instintivamente. Es una situación de una tristeza abismal. ¿Por qué sucede esto?
Pues debido a que le restan toda posibilidad al proceso de escritura y no reconocen algo tan esencial como su derecho a escribir y si lo reconocen, no lo practican, siempre con alguna excusa a modo de escudo protector. Escribir no es solo teclear o llenar un cuaderno. Se escribe con todo el ser. Aunque no seas escritor, porque la vergüenza tóxica no es un patrimonio exclusivo de escritores, sea lo que sea que quieras hacer y no lo haces por vergüenza implica un autosabotaje, algo de autodestruccción y autoalienación. Con esto quiero decir que si quieres escribir o emprender algo que te hace ilusión, es tu derecho. Así de simple. Y es más que suficiente que sientas este deseo, solo este deseo de escribir lo vuelve legítimo, no necesitas ninguna otra razón. No hace falta nada más. Se trata de un derecho muy básico, empieza por tomar conciencia de esto. Tienes derecho a escribir. Dilo: tengo derecho a escribir. Todo empieza por reconocerlo con humildad: quiero escribir (o el verbo que te cabe aquí) y lo hago porque tengo derecho a escribir. Repítelo las veces que te haga falta. Además porque una vez que reconoces este derecho a escribir o lo que sea que deseas, vas a estar preparado para aprender y hacerlo mejor. Si tu derecho a escribir se abraza a la vergüenza tóxica, no hay posibilidad de aprendizaje verdadero porque todo es una confrontación que te conduce a una negación. Te niegas este derecho y tu deseo. En definitiva, niegas a ti mismo. Suelo comprobar que el escritor con este tipo de vergüenza aprende menos o nada. Aprender es retarse y es un proceso que se niegan. ¿Cómo funciona este tipo de vergüenza tóxica?
Observar y escribir la vergüenza
Todo empieza por observar e informarse. La vergüenza tóxica y el derecho a escribir son enemigos absolutos. Su guerra se debate dentro de ti. Y cuidado, enfrentarse a la vergüenza tóxica no implica volverse un desvergonzado, en absoluto. Creerlo es tener un pensamiento de opuestos radicales, o blanco o negro, lo cual es parte de estas ecuaciones en las que toman parte el crítico interno, el crítico externo y la vergüenza tóxica con dosis importantes de culpa y miedo. Para observar nuestra vergüenza tóxica hace falta comprometerse con uno mismo, con nuestra honestidad, con amor y disciplina, con la realidad y con el derecho a escribir para emprender un viaje literario. Aquí es donde necesitamos armarnos de voluntad, un buen objetivo final que nos importe mucho y nuestra capacidad para vernos. El paso decisivo consiste en observar y escribir la vergüenza tóxica. Nada de esto es sencillo porque una persona con vergüenza tóxica mantiene una relación adversa consigo misma. Así que empieza por ahí, por observar esto que te está pasando, solo mira lo que sucede, por supuesto sin juzgar, que es justamente lo que castra completamente todo el proceso. El primer paso para cambiar algo es ver lo que sucede, nombrarlo y escribirlo. Para lograrlo, lo mejor es informarse. ¿Cómo funciona la vergüenza tóxica para anular el derecho a escribir o a hacer lo que más deseamos? ¿Cómo es este proceso? Tenemos mucho que considerar.
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La vergüenza natural
La vergüenza tiene dos aspectos: la vergüenza natural y la vergüenza tóxica. La vergüenza no es mala, todo lo contrario. La vergüenza es una emoción humana la mar de normal y realmente necesaria para ser humano. ¿Por qué? Pues, debido a que nos marca nuestros límites, nos mantiene dentro de los límites humanos. Su propósito es que nos demos cuenta de que podemos cometer errores y que necesitamos ayuda. La vergüenza tiene un mensaje poderoso para los humanos: nos comunica que no somos Dios. Curioso, ¿verdad? La vergüenza sana es un elemento fundamental de nuestra psicología para que nos mantengamos humildes y mucho más: es una fuente de espiritualidad y trascendencia. La vergüenza no paraliza ni detiene el derecho a escribir. Y será una amiga durante el proceso de escritura, te ayudará a ver más. Sin embargo, la vergüenza tóxica invalida el derecho a escribir.
En nuestro crecimiento desde niños la vergüenza aparece durante la segunda etapa del desarrollo psicosocial. En la primera etapa, los niños necesitan un sentido de confianza básica. Y cuando cumplimos los 15 meses, comenzamos a equilibrar el "agarrarse y soltar". Nuestro desarrollo muscular se está centrando en ganar equilibrio, ya podemos ponernos de pie y caminar. Es una etapa para explorar y comenzar a separarnos de nuestros cuidadores. Justamente en esta etapa estamos aprendiendo lo que implican la autonomía, la vergüenza y la duda, empezamos a transitar su delicado equilibrio. Hasta los 3 años lo tocamos todo, lo metemos en la boca, probamos y nos aventuramos. La vergüenza entonces es un elemento que nos facilita el equilibrio, lo mismo sucede con la duda. Apasionante, ¿verdad?
La vergüenza tóxica y el falso yo
Cuando la vergüenza se convierte en una marca que nos prohíbe hacer lo que queremos como parte de nuestra identidad, se vuelve tóxica y deshumanizante. La vergüenza tóxica es simplemente insoportable y exige que no seamos quienes somos, siempre exige un falso yo. Queremos escribir, pero no reconocemos el derecho a escribir, entonces la vergüenza se apodera de nuestro viaje literario. A partir del momento en que sentimos que nuestro verdadero yo está defectuoso, necesitamos otro yo, uno falso que no tenga defectos lo que puede convertirse en un yo que no comete errores. Y así poco a poco nos perdemos, nos olvidamos de nosotros porque es un proceso bastante automático: si no puedo ser yo, tengo que ser otro y dejo de existir psicológicamente como un ser humano auténtico. Puedes convertirte en ser un perfeccionista o un desastre, un héroe familiar o un chivo expiatorio familiar, el yo auténtico se va escondiendo y el falso yo te abduce. Años después, esas capas de defensa y apariencia son tan intensas que pierdes toda conciencia de quién eres en realidad. Muchos especialistas coinciden que este proceso tiene un nombre: asesinato del alma. No, no es nada exagerado el afirmarlo. Si lo niegas y no lo ves, es parte de tu proceso de vergüenza tóxica. El falso yo siempre lucha por ser más que humano o menos que humano. Y atención a esto: la vergüenza tóxica es la forma más extrema de violencia doméstica aprendida que existe y destruye la vida humana. Por si esto fuera poco, se convierte en el núcleo de muchas formas de enfermedades emocionales.
La vergüenza tóxica encarcela, se experimenta de diferentes maneras y todas son un reflejo mayor o menos de una sensación omnipresente de que eres defectuoso y no apto para lo que sea. Se empieza a notar de forma clara cuando no puedes hacer algo que te gusta mucho o te hace mucha ilusión. La vergüenza tóxica no es una emoción que nos ayuda a reconocer nuestros límites, se convierte en un estado y en una identidad que roba otros estados y nuestra identidad verdadera. La vergüenza tóxica es responsable de que te sientas inútil, que fallas como ser. Y se convierte en un sangrado interno.
La vergüenza tóxica, una historia muy antigua
Podemos remitirnos al libro de todos los libros, escrito a lo largo de generaciones y que nos cuenta una de las historias más humanas, la Biblia. Si nos acercamos a la Biblia como autores, allí se descubren verdaderas joyas. Es de sobras conocido que más de un escritor la usa como inspiración. Así escriben, por ejemplo, Camilla Eckberg, Emmanuel Carrére , Dante Aligieri, Matilde Asensi, José Saramago y Amos Oz. Aquí no se trata de religión, para nada. Pretendo señalar algo que es concomitante a las creencias de nuestra civilización occidental.
La caída de Adán se debe a la vergüenza tóxica. Adán es la humanidad, nos simboliza a todos los seres humanos. Adán no estaba nada satisfecho con quién era, quería ser más que humano. No podía aceptar sus limitaciones más esenciales y así destruyó su vergüenza saludable. Ya en la Biblia se cuenta que la esclavitud humana nace con el deseo de ser más que humanos. Y es una idea que se repite en muchas religiones, lo cual no es nada casual. Adán quiso ser otro, un falso yo y eso lo condujo a la destrucción. Es muy interesante que en un texto tan antiguo ya se menciona cómo Adán se esconde cuando Dios lo busca, cómo a raíz de querer ser otro se desnudó, mostró su ser auténtico y se avergonzó.
La historia de Adán y de Eva nos cuenta que el amor y la aceptación de uno mismo es la tarea más difícil para toda la humanidad. No te avergüences de tu vergüenza tóxica, no es tu culpa. No te juzgues porque esté presente, nada más faltaría. Se trata de una historia muy antigua y un texto como la Biblia nos lo recuerda. Cuando no logramos aceptarnos, recurrimos a yoes impuestos y falsos, nos erigimos en seres poderosos o renunciamos. Vivir con un falso yo requiere un gran control o el descontrolo total de separarse de uno mismo. Se gasta una energía enorme. Tampoco de avergüences de negarte tu derecho a escribir. Si estás mintiendo para entregar un ejercicio de escritura, si lo crees imposible o si crees que es culpa de otra persona que no puedas escribir bien, ya sabes que el origen de todo eso está en tu vergüenza tóxica. Míralo de frente y nómbralo para poder cambiarlo.
La vergüenza tóxica y nuestro universo emocional
Si un niño crece en un ambiente de “vergüenza familiar”, aunque no sea consciente, absorbe todas y cada una de las vibraciones negativas del sistema familiar estresado. En esos momentos la defensa más fácil para su cerebro es una suerte de apagón emocional y una desconexión de la realidad. De ahí que sea tan vital que cada uno sea capaz de conocer y nombrar sus emociones. Y para escribir, ¡ni te cuento!
Ten en cuenta que estar alienado y separado dentro de uno mismo en mayor o menor nivel también crea una sensación de irrealidad. Puede que sientas una sensación un poco vaga o más precisa de no pertenecer del todo, de estar en el exterior mirando hacia adentro. La tristeza se vuelve muy presente. Y es más, se debe a la pérdida del ser interno porque aunque no lo sepas de manera consciente, se manifiesta inconscientemente. Esta condición de alienación interna y aislamiento suele estar también impregnada de una depresión crónica de bajo nivel.
Las emociones serán las que te ayuden a salir de esta cárcel. Verlas, nombrarlas y escribirlas es la clave, pero sobre todo hacerlo con inocencia, con curiosidad, como si no pasara nada. Cualquier emoción humana puede internalizarse y cuando esto ocurre, deja de funcionar como una emoción y se convierte en algo más. El desahogo por escrito facilita un camino de regreso a la intimidad si está bien conducido . Recuperar el sentir y sentirse puede curar problemas digestivos, la conexión físico-emocional, la unión cuerpo y mente, equilibra sentir y emocionarse. Enfadarse disminuye el miedo y la vergüenza. Llorar es un alivio casi definitivo si hay autocompasión.
La vergüenza tóxica, un proceso de 3 pasos
Cuando la vergüenza se vuelve interna, implica al menos tres procesos:
1. Los niños no pueden conocer quiénes son sin espejos que los reflejen, en este caso, sin una vergüenza sana. Si no es así, entonces nos identificamos con modelos basados en la vergüenza y que, obviamente, no nos dan ninguna confianza.
2. La vergüenza tóxica implica alejarse y aislarse. Entonces es cuando experimentamos partes de nosotros mismos que nos son ajenas.
3. Finalmente, cuando la vergüenza tóxica se ha internalizado por completo, nada de ti está bien. Te sientes defectuoso e inferior; tienes la sensación de ser un fracaso en alguno o todos los aspectos de tu vida. No puedes compartir tu ser interior porque te desprecias a ti mismo, ya no estás en ti. Sentir vergüenza es sentirse visto de manera expuesta y disminuida. Te vuelves controlador, no se puede escapar ni un milímetro de tu ser. Y puedes llegar a paralizarte internamente. La vergüenza tóxica detiene tu derecho a escribir.
La vergüenza tóxica se internaliza cuando, por lo que sea, nos sentimos abandonados. Lamentablemente, pasamos mucho tiempo solos de niños en nuestras sociedades modernas. No tienes la culpa de eso, ni tus padres tampoco, pero sí tienes el derecho de expresar tu enfado por eso. Puede que uno de tus padres estuviera muy enfermo y no pudo cuidarte; puede que literalmente no te hayan tratado bien o nada bien, puede que en la familia hubiera una urgencia que atender. Las situaciones de abandono son múltiples y no todas se deben a padres negligentes. Por ejemplo, si no pudiste expresar tu enfado en tu familia, esta ira se convierte en una parte alienada de ti mismo. Experimentas vergüenza tóxica cuando sientes ira y no permites expresarla. Sientes que esta parte de ti debe ser desestimada o cortada. Lo que sucede es que no existe ninguna manera de deshacernos de la energía emocional de la ira. El enfado permite nuestra protección personal. Ojo, no implica ser agresivo con cualquiera ni gritar si no es necesario, ni insultar, etc, por ejemplo, o mucho menos con agresividad pasiva. Nada de esto invalida que puedas expresar tu ira. Sin esta energía, acabas por convertirte en un muñeco de otros; en víctima de tantos o en alguien que protesta continuamente por cosas sin importancia y necesita llamar la atención constantemente sea como fuere. A medida que tus sentimientos, necesidades y deseos se ven afectados por la vergüenza tóxica, más y más espacios de ti se irán alienando. Y una vez más, la vergüenza tóxica aliena tu derecho a escribir.
La vergüenza tóxica y el derecho a escribir una nueva historia
La vergüenza tóxica puede borrar tu autoestima en un instante. Puedes volver a sentir en cuestión de segundos que eres inútil, despreciable, que no vales, etc. La vergüenza tóxica no nos permite buscar comodidad y apoyo. Puedes perderte en la autocrítica virulenta. El enfado interno crea miedo y la repulsión crea vergüenza lo cual conduce a dejar de buscar cuidado y conexión. Finalmente, nos rendimos, dejamos de buscar ayuda o conexión de cualquier tipo, nos convertimos en defensores de ideas abstractas, rehuimos las conexiones personales. Con el tiempo, este miedo y la vergüenza tóxica engendran un crítico interno tóxico que hace que alguien se convierta en su propio peor enemigo. ¿Y qué hacen los enemigos? Nos prohíben hacer lo que más queremos, no nos permiten ni tan siquiera valorar nuestras necesidades íntimas y deseos, nos anulan. La vergüenza tóxica es uno de tus peores enemigos si quieres escribir y aprender a hacerlo cada vez mejor, cada error que cometas no te permitirá crecer como autor, sino que lo entenderás como una muestra de de imperfección y acabarás discutiendo tu derecho a escribir. Puedes empezar a cambiar todo esto ahora mismo si abrazas tus sentimientos de autocompasión y autoprotección para despertar y florecer en tu vida. Por eso mismo es tan definitivo ser muy conscientes de cómo nos hablamos y reconocer nuestras emociones.
La vergüenza tóxica y el derecho a escribir
Uno de los principales bloqueos a la creatividad es la sensación de saber que tienes razón. Efectivamente, la razón y la escritura no son grandes aliadas. Cuando creemos que tenemos absolutamente la razón, dejamos de buscar nueva información. Tener razón es estar seguro, y estar seguro nos impide ser curiosos. La curiosidad y el asombro son el corazón de todo aprendizaje. Así que sentir una certeza absoluta y estar en lo correcto nos detiene en la búsqueda y el aprendizaje. Nuestra vergüenza saludable, que es una sensación de nuestros límites centrales, nunca nos permite creer que lo sabemos todo. Nuestra vergüenza saludable nos nutre al motivarnos a buscar nueva información y aprender cosas nuevas. Escribir es jugar con lo nuevo, es asombrarse, es ir más allá de uno mismo y sin certezas, es un proceso que requiere ensayo, prueba y error. La vergüenza tóxica hace todo lo contrario y te conduce a discutir tu derecho a escribir.
Carlos Ruiz Zafón es un ejemplo de alguien que buscó el crecimiento personal a través de la escritura. A lo largo de su carrera, Zafón exploró temas de misterio, amor y redención en sus novelas. Zafón pudo explorar y compartir sus propias reflexiones sobre la vida y la humanidad, lo cual es muy propio de todo escritor que de verdad quiera serlo. Su compromiso con la realidad, su capacidad para observarse y autoexaminarse se reflejaron en sus personajes complejos, ricos en matices. Esos son los personajes de escritores que se conocen y pueden nombrar las emociones con todos sus matices porque han observado de cerca la fragilidad de la vida. Contamos con grandes y maravillosos ejemplos en nuestra literatura similares al de Zafón, son muchísimos. Y solo por citar a dos más, os invito a leer a Rosa Montero, de forma muy particular con "La loca de la casa", "La buena suerte" o "La ridícula idea de no volver a verte" o "El peligro de estar cuerda". También Víctor del Árbol y especialmente su libro "Nadie en esta tierra". Para escribir así es necesario conocerse muy bien, saber nombrar las emociones, dar pie a la curiosidad más sana y explorar.
La vergüenza tóxica y el derecho a escribir nuestra trascendencia
Nuestra vergüenza saludable es esencial como base de nuestra espiritualidad. Al señalarnos nuestros límites esenciales, nuestra vergüenza saludable nos indica que no somos Dios. Así nos orienta hacia un significado más amplio. Nos hace saber que hay algo o alguien más grande que nosotros. Nuestra vergüenza saludable es el fundamento psicológico de nuestra humildad. Cada vez que nos trascendemos, elevamos nuestra espiritualidad. Y una de las maneras más eficaces de trascenderse es por medio de la escritura.
¡La vergüenza tóxica y el derecho a escribir ya!
Puedes empezar ya mismo. Y es muy fácil. A partir de todo lo que acabo de contarte aquí, toma papel y bolígrafo. Sí, tiene que ser a mano para conectar los hemisferios cerebrales, el cuerpo y la mente. No, con el ordenador no funciona.
Simplemente escribe de forma automática todo lo que te viene a la cabeza y al corazón a partir de lo que acabas de leer en las líneas anteriores. Pero lo harás de una manera muy concreta, presta mucha atención a lo que te señalo a continuación porque si no lo haces así será muchísimo menos efectivo. Escribe de forma automática, deja que tu mano escriba casi sola. Si de pronto te quedas sin ideas, respira, siente tu cuerpo apoyado en la silla, siente cada parte de tu cuerpo y espera, permite que tu cuerpo te dicte lo que escribes, tienes que intervenir lo mínimo posible. Es muy importante que no guardes nada de lo que escribes, quémalo o tíralo o entiérralo.
Cada día tienes un objetivo diferente:
día 1: simplemente desahógate
día 2: conecta lo que te sucede con eventos de tu vida, al menos cinco
día 3 : si estás enfadado con alguien por todo esto, desahógate en una carta (que no enviarás)
día 4: ¿por qué tienes derecho a escribir? Contesta esta pregunta.
Conclusiones
La vergüenza tóxica puede ser un obstáculo significativo en el proceso creativo y la escritura.
La vergüenza tóxica puede convertirse en una identidad perjudicial y deshumanizante si no se aborda.
El derecho a escribir necesita ser reconocido y es el primer paso para superar la vergüenza tóxica y liberar la creatividad.
La creatividad y la espiritualidad pueden verse afectadas por la vergüenza tóxica, pero también pueden ser potenciadas por la vergüenza saludable.
Las emociones necesitan contemplación, reconocimiento y ser escritas para abrazarlas y así crear grandes personajes ricos y con muchos matices que a su vez alimentarán los conflictos de la trama de cada una de tus novelas
La superación de la vergüenza tóxica y la reafirmación del derecho a escribir son procesos transformadores que pueden desbloquear el potencial creativo y emocional de un individuo.
La vergüenza tóxica y el derecho a escribir se anulan mutuamente.
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